Martín Vilte y Darío Ontivero fueron condecorados por salvar la vida de un bebe en un barrio cerro de la provincia de Salta.
Cuando sea más grande Joaquín Aldazábal va a saber que el 20 de enero de 2021 nació por segunda vez y que muchas personas formaron parte de este segundo nacimiento.
Ayer por la mañana, en el salón de usos múltiples del club de campo Praderas de San Lorenzo, se realizó un acto para agradecer a Martín Vilte (31) y Darío Ontivero (34), los guardias del barrio que le hicieron reanimación cardiopulmonar (RCP) tras haberse ahogado en la pileta de su casa.
Desde la administración del club, donde prestan servicio desde hace seis años, los reconocieron con regalos simbólicos y desde la empresa Track Seguridad los distinguieron con insignias y diplomas de honor.
Todos recuerdan el día. El miércoles 20 de enero María José Fernández estaba por terminar de trabajar y empezó a llamarlo a Joaquín porque hacía unos minutos su hijo estaba con ella en el living de la casa. Pensó que estaría con su marido, Matías Aldazábal, pero tampoco.
Comenzó a buscarlo por la casa y desde la ventana de su cuarto vio al bebé en la pileta. Salió corriendo y gritando y se tiró para sacarlo. Su marido hizo lo mismo. El bebé no tenía signos vitales.
Su vecino, Pablo Kosiner, quien escuchó todo, llamó al Servicio de Emergencias 911.
Mientras Matías intentaba salvarlo, le dijo a María José que llamara a los guardias del barrio, quienes hacía un mes habían hecho un curso de RCP.
Martín y Darío, que habían escuchado los gritos, dejaron todo lo que estaban haciendo y acudieron veloces a su casa. Gracias a las maniobras de su papá, Joaquín vomitó un poco, aunque no lograba reaccionar.
Hace poco la Asociación Civil San Lorenzo Chico compró un desfibrilador que es público y está en la puerta de Praderas de San Lorenzo, del lado de afuera, para quien lo necesite. El equipo es apto para personas menores de 18 años. “Es la primera zona cardioprotegida pública de Salta”, destacó el presidente de la institución.
Cuando llegó Martín, Matías le entregó a su hijo. Este lo colocó en el piso con una almohadita y empezó a hacerle maniobras de reanimación.
Mientras tanto, Darío fue a buscar el desfibrilador que está fuera del barrio por si hiciera falta. Luego, tras ver que Martín tenía la situación bastante controlada, abrió las barreras para que la ambulancia del Sistema de Atención Médica de Emergencias y Catástrofes (Samec), que estaba en el barrio Santa Lucía, llegara directo a la casa.
Antes de que llegara el vehículo, Joaquín empezó a vomitar más y se largó a llorar. De repente recuperó su color. Cuando lo subieron a la ambulancia ya estaba mejor.
El bebé llegó al Hospital Público Materno Infantil bastante consciente, aunque con hipotermia. En poco tiempo pudo recuperar la temperatura. Cuando su mamá miró el reloj se dio cuenta de que habían pasado 30 minutos desde que su hijo estaba en la pileta. Esa media hora, para ella, fue eterna.
El niño pasó directo a terapia intensiva y, cuando sus papás entraron a verlo, él los llamó. Ellos respiraron hondo: hasta ese momento sabían que él estaba bien.
Luego de una noche en terapia intensiva y otra en un cuarto común, a Joaquín le dieron el alta. La tercera noche durmió en su casa y sus hermanos, Felipe (8) y Sofía (5) pudieron descansar tranquilos.
Testimonio de los Vigiladores “Estoy orgulloso y contento de que pudimos hacer todo lo que estaba a nuestro alcance para salvar el bebé. Fue algo hermoso”, aseguró Martín, quien había tenido alguna experiencia de este tipo, pero nunca había vivido algo tan fuerte.
“Como padre, me puse en el lugar de sus papás y sentí la desesperación”, expresó Darío, quien tiene un hijo de siete años y una hija de tres. “Eso me ayudó más a hacer las cosas bien”, aseguró.
Si bien ellos hacen cursos todos los años para perfeccionarse, reconocieron que “de la teoría a la práctica hay un gran paso”: “En el momento hay que reaccionar y ese día salió todo bien, por suerte hoy lo tenemos con nosotros al bebé”.
Los días siguientes ellos siguieron pendientes de la evolución de Joaquín.
“Fue un susto tremendo, pero terminó bien”, confesó María José. “Los chicos actuaron espectacular y fueron muy rápidos”, aseguró y valoró que ellos hubieran estado en la guardia en ese momento.
“Fue un descuido que le podría haber pasado a cualquiera, pero todo se encadenó para que saliera bien”, expresó la mujer.
Mencionó que la ambulancia llegó bastante rápido y aseguró que la atención en el hospital fue excelente.
El último curso de RCP que hicieron Martín y Darío un mes antes de este accidente estuvo a cargo de la Asociación Civil San Lorenzo Chico, que desde hace casi cuatro años busca llevar adelante acciones por la comunidad.
Los jóvenes Vigiladores comentaron que justo en esta oportunidad les había tocado aprender a hacer maniobras de reanimación a niños pequeños.
“La capacitación fue fundamental”, aseguró el presidente de la asociación, Darío Pellegrini. “Se dio una situación que no es casual, pero se dio en el mejor momento”, agregó.
Esta fue la primera capacitación financiada por los vecinos y las empresas de la zona, que se busca repetir cada seis meses.
Hace poco la asociación compró un desfibrilador que es público y está en la puerta de Praderas de San Lorenzo, del lado de afuera, para quien lo necesite. El equipo, que es apto para personas menores de 18 años, no fue utilizado en esta oportunidad.
“Es la primera zona cardioprotegida pública de Salta”, destacó Pellegrini y anunció que se está gestionando la compra de otro equipo similar para colocarlo del otro lado de la Circunvalación Oeste.
En el acto de homenaje, los socios de la empresa Track Seguridad reconocieron a Martín y Darío “por la intervención oportuna, precisa y eficiente” y valoraron “su evidente muestra de capacitación técnica, aplomo y vocación de servicio”.
“Esta no es una actividad que competa estrictamente al servicio de Vigilancia Privada”, expresó Daniel Díaz, uno de los socios. “Es un acto de humanidad y de solidaridad que permitió salvar la vida de un niño”, agregó el hombre.
Lo acompañaban Gustavo Trimarco y Néstor Voss.
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